V for Vendetta
Función de la utopía política: iluminar la zona de lo que merece ser
destruido.
—Walter
Benjamin.
Mi
especialidad son los instrumentos de percusión.
—El
terrorista V.
Cuentan que durante
el bombardeo alemán sobre Londres, en 1940, los británicos escuchaban en la
radio un programa que, invariablemente, comenzaba con las primeras notas de la
Quinta Sinfonía de Beethoven. Cuatro notas que, traducidas a cadencia Morse,
valían y equivalen a punto-punto-punto-raya y que no significaban ni significan
otra cosa que la letra «V». La idea para el slogan fue del Primer Ministro
Winston Churchill: V de Victoria.
La
película que vindicamos en este artículo fue estrenada en cines a comienzos de
2006 y todo transcurre, también, en Londres, con algunas rimadas diferencias.
El fascismo no es una amenaza extranjera, sino el régimen de gobierno puertas
adentro; la guerra es menos una presencia real que un fantasma mediático
agitado por el Estado; la música es la Obertura 1812 de Tchaikovsky –y no suena
en la radio por disposición oficial sino en la calle por intervención
subversiva de los altoparlantes–, y el mensaje sinfónico no es el deseo –o el
presagio– de una victoria inminente sino el recuerdo –y el vestigio– de un
episodio histórico olvidado: V de Venganza.
Remember, remember...
Evey Hammond es hija de desaparecidos. Sus
padres, activistas políticos, fueron secuestrados, torturados y asesinados por
el Estado. Su voz inicia el relato de V for Vendetta (VfV)
presentando los elementos de una dialéctica que recorrerá toda la película
asumiendo diversas formas: el ideal revolucionario y el hombre que lo encarna,
la trascendencia del propósito y la precariedad de los medios, la razón incorporal
y el cuerpo apasionado...
Pero ¿qué hay acerca del hombre? Sé que se llamaba Guy Fawkes. Y sé que
en 1605 intentó volar el Parlamento. ¿Pero quién era en realidad? ¿Cómo era él?
Nos han enseñado a recordar la idea y no al hombre. Porque un hombre puede
fallar, puede ser atrapado, puede ser asesinado y olvidado. Pero, 400 años
después, una idea aún puede cambiar el mundo. Yo he sido testigo de primera
mano del poder de las ideas. He visto gente matar en nombre de ellas y morir
defendiéndolas. Pero no puedes besar una idea, no puedes tocarla ni sostenerla.
Las ideas no sangran, no sienten dolor, no pueden amar. No es una idea lo que
perdí, es un hombre. Un hombre que me hizo recordar el 5 de Noviembre.
[1] El suceso histórico no es un invento del guión: la noche del 4 de noviembre de 1605 el veterano de
guerra y experto en explosivos Guy Fawkes fue capturado debajo de la Cámara de
los Lores con 36 barriles de pólvora, dispuesto a consumar un acto terrorista
que el ala radicalizada del catolicismo inglés planeó contra el despótico
gobierno protestante de Jacobo I. La llamada «Conspiración de la pólvora» fue
frustrada y, a partir de entonces, todos los 5 de noviembre se celebra en
Londres el fallido ataque en lo que se conoce como «Guy Fawkes Day» o «The Bonfire
Night»: una fiesta con fuegos de artificio, hogueras joviales y muñecos de
Fawkes inflamables para la ocasión. La costumbre impone rigurosas tarjetitas de regalo con un estribillo que
es retomado en la película: Remember, remember / The 5th of November / The
gunpowder treason and plot / I know of no reason / Why the gunpowder treason /
Should ever be forgot. (Recuerda, recuerda / el 5
de noviembre / La traición de la pólvora y el complot / No conozco ninguna
razón / por la cual la traición de la pólvora / deba ser alguna vez olvidada).
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